O quizás una priamel, pues hay quien atribuye a esta palabra el género femenino.
Bueno, pues, por lo pronto, hay que decir que se trata de una especie de recurso literario, una síntesis por contraste, que consiste en confrontar diversas opiniones, primando una de ellas. Pero, ojo, lo de ‘primar’ no tiene que ver con el nombre de priamel: uso el verbo ‘primar’ para facilitar la asociación correspondiente. Como recurso literario, es muy antiguo, a pesar de no encontrarse registrado, al menos con este nombre, en tratados tan prestigiosos como el excelente Manual de Retórica Literaria, de H. Lausberg, publicado en la española editorial Gredos.
Leo en Internet que el término fue introducido por el filólogo alemán Franz Dornseiff en 1921, en unos estudios sobre la poesía de Píndaro.
A mí, desde luego, nunca me hablaron mis profesores de Literatura acerca del priamel. Fue hacia principios de los 90 cuando entré por primera vez en contacto con el concepto.
Recientemente he vuelto a interesarme por el recurso literario en cuestión y creo que estoy en condiciones de ofrecer al curioso lector una explicación del mismo, aportando los correspondientes ejemplos.
Según he podido sacar en claro, de las varias definiciones que se han dado de esta figura de pensamiento, el priamel consiste en una especie de confrontación o contraste de opiniones, resaltando nuestra propia opción por una de ellas. La confrontación puede ser, también, de vocaciones o de aptitudes. Lo vemos mejor con algunos ejemplos:
El que tiene un amigo tiene un tesoro,
dice la Biblia con palabras de oro.
Pero yo más bien digo
que el que tiene un tesoro tiene un amigo.
El priamel, en este caso, consiste en la confrontación de la opinión autorizada de la Biblia frente a la propia. Por lo demás, en el ejemplo propuesto se da también un recurso literario denominado retruécano, consistente en la inversión de una frase, cambiando, como en el ejemplo propuesto, el orden de algunas palabras de la misma.
Otro ejemplo más de lo que puede ser un priamel lo ofrece este pensamiento de Baltasar Gracián: "Dicen que el primero que se atrevió a navegar tenía el pecho revestido de acero, mas yo digo que de yerros". (Aquí se da, además, un juego de palabras entre yerros (= equivocaciones, torpezas) y hierros ( = metal)
Como vemos, el priamel se asocia, a veces, con otras figuras o recursos literarios. La confrontación de opiniones resalta la diferencia entre lo que uno piensa y lo que piensa el otro; o el contraste entre el hoy y el ayer, el antes y el ahora; o la idiosincrasia, o forma de ser, de un pueblo, o una gente, en comparación con otro u otra. En este sentido constituye un buen ejemplo de priamel la peculiaridad que atribuye Virgilio al pueblo romano frente al pueblo griego: éste volcado preferentemente hacia el arte y la ciencia; aquél, hacia la dominación y la ampliación del imperio:
Excudent alii spirantia mollius aera
(credo equidem) vivos ducent de marmore vultus;
orabunt causas melius caelique meatus
describent radio et surgentia sidera dicent.
Tu regere imperio populos, Romane, memento,
(hae tibi erunt artes) pacique imponere mores,
parcere subiectis et debellare superbos (Aen. 6. 847-53)
('Otros modelarán el bronce, como infundiéndole la blandura de lo vivo (tal creo yo) extraerán del mármol rostros que parecen vivos; expondrán con más elocuencia las causas forenses y trazarán con el compás las trayectorias celestes y el orto de los astros.
Tú, romano, ten presente el someter a tu mando los pueblos. Estas serán tus habilidades: pacificar las conductas, ser indulgente con los sometidos y derrotar a los soberbios')
Hay en Virgilio otros muchos ejemplos de priamel. Citaré aquí sólo dos más, que extraigo de la égloga II. Nos refiere las cuitas de Córydon, enamorado de Alexis, que no le hace caso. En el rigor del mediodía, cuando las bestias buscan la sombra, echadas bajo los árboles y la campesina Téstile prepara un refrigerio a los segadores sudorosos, cansados de la faena, Córydon vagabundea en busca de su muchachito.
El priamel contrasta, en este caso, la quietud en torno, el cese de la actividad de bestias y de hombres, frente a la inquietud de quien está espoleado por la pasión amorosa. Y, más adelante, se engarza otro priamel, esta vez acompañado de la figura conocida por el nombre de concatenación: “la torva leona sigue los pasos al lobo, el lobo, por su parte, a la cabritilla; la cabritilla, al florido cantueso. Y Córydon, a ti, Alexis: A cada uno lo arrastra su particular afición. En muchos casos, como en éste, el priamel remata con una sentencia filosófica.
Siguiendo con más ejemplos de priamel nos detendremos un momento en la poesía de Manuel Machado. A su libro titulado Ars moriendi (“El arte de morir”) corresponde este breve poema, “Morir, dormir”, que reproduce un diálogo entre una madre y su hijo, ya adulto:
– Hijo, para descansar
es necesario dormir:
No pensar,
no sentir,
no soñar.
–Madre, para descansar
morir.
Una muestra muy primorosa de priamel es el poemita dedicado a ensalzar la peculiaridad de cada una de las capitales andaluzas. Sevilla (la patria del poeta) se deja para el último lugar. Es un priamel contrastivo con respecto a las restantes capitales de la comunidad. A Sevilla no se le añade ninguna característica, lo que viene a significar que no necesita de adjetivaciones, que tiene, en sí misma, un valor sustantivo que la peralta sobre las demás:
Cádiz, salada claridad. Granada,
agua oculta que llora.
Romana y mora, Córdoba callada.
Málaga, cantaora.
Almería, dorada.
Plateado Jaén. Huelva, la orilla
de las tres carabelas.
Y Sevilla.
Haciéndose eco de este poemita de Manuel Machado, la publicidad turística puso, hace años, en circulación un eslogan que decía: “...Y Sevilla...¡casi na!”
Manuel Machado, dotado de la sabiduría popular de la tierra andaluza, dominaba con garbo y maestría el priamel. Incluso al contrastar su propia opinión actual con lo que opinaba en el pasado. Así cuando entona la palinodia “El poeta de Adelfos dice, al fin...” (‘Ya el pobre corazón eligió su camino./ Ya a los vientos no oscila, ya a las olas no cede;/al azar no suspira ni se entrega al destino;/ ahora sabe querer y quiere lo que puede./ Renunció al imposible y al sin querer divino’) Contrapone lo que antes pensaba a lo que siente ahora. Rectificar es de sabios. Quizás también, en su fuero interno se arrepintiera un día de su loa al dictador. ¡Quién sabe!
Por último, un priamel de Federico García Lorca es el poema titulado “Baladilla de los tres ríos”:
El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos.
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo.
¡Ay, amor, que se fue y no vino!
El río Guadalquivir
tiene las barbas granates.
Los dos ríos de Granada,
uno llanto y otro sangre.
¡Ay, amor, que se fue por el aire!
Para los barcos de vela
Sevilla tiene un camino.
Por el agua de Granada
sólo reman los suspiros.
¡Ay, amor, que se fue y no vino!
Guadalquivir, alta torre
y viento en los naranjales.
Darro y Genil, torrecillas
muertas sobre los estanques.
¡Ay, amor, que se fue por el aire!
¡Quién dirá que el agua lleva
un fuego fatuo de gritos!
¡Ay, amor, que se fue y no vino!
Lleva azahar, lleva olivas,
Andalucía, a tus mares!
¡Ay, amor, que se fue por el aire!
El priamel reside aquí en el contraste vital de la alegría sevillana y la tristeza mortal que el poeta percibe en su propia patria chica, simbolizada en los dos ríos que llevan “uno llanto y otro sangre”. Como un presentimiento de la propia tragedia que fue su vida. Una de tantas ocasiones en las que el poeta había de encarar, premonitoriamente, su destino.
Recapitulando, la forma esquemática del priamel corresponde a la siguiente fórmula:
‘Otros..... celebran / cantan / ensalzan..... tal cosa
mas yo... celebro / canto / ensalzo ..... tal otra
O bien: a otros les gusta esto o aquello; pero a mí... tal o cual cosa.
Este esquema podemos verlo en poetas como Horacio, Ovidio, Tibulo...
Algo parecido vemos en el poema de Anacreonte (1.23.1-4) en el que el poeta contrapone su deseo de celebrar a los Atridas y a Cadmo, pero su lira está dispuesta sólo a celebrar el amor. Él quiere ser poeta épico, pero la lira se empeña en que sea un poeta amoroso:
Quiero celebrar a los Atridas,
quiero cantar las glorias de Cadmo,
pero mi lira en sus cuerdas
amores sólo canta.
En fin, el priamel. (Para mí de género masculino)