(J.R.J. Estío, XIV)
“De todas las mujeres que hay en mi vida, ninguna será menos que yo”.
Entre estos promotores del eslogan, aparecen dos o tres féminas que dicen, aparentando estar firmemente convencidas:
“De todos los hombres que hay en mi vida, ninguno será más que yo”.
Si reparamos en la forma de enunciar las respectivas frases, los representantes del género masculino reivindican la primacía desde el punto de vista de la inferioridad. Como si dijeran: A mí, a ser inferior, no me gana ninguna fémina. Éstas pueden ser más o igual que yo. Pero yo me reservo el privilegio de la inferioridad respecto a ellas. Y, ojo, con que alguna mujer pretenda disputarme este privilegio, que le rompo la cara…(Podríamos añadir) ≤ (Es el signo matemático que indica la situación reivindicada por el varón con respecto a la mujer. Pura galantería marrullera, de “chica, no te lo creas”)
Por su parte, las representantes femeninas presentan su eslogan desde el punto de vista de la superioridad. Los hombres ‘que hay en mi vida’ podrán ser iguales o inferiores a mí, pero nunca superiores. Tratando de robustecer el sentimiento de valía y la autoestima de la fémina, se la hace incurrir en presunción. Lo que es un halago con un componente muy probable de mentira.
Todo este ‘ser más’ o ‘ser menos’ el hombre que la mujer, me trae a la memoria un epigrama del poeta hispano romano Marcial (8.12):
¿Por qué no quiero tomar por esposa a una mujer rica,
me preguntas? No quiero estar bajo su dependencia.
La esposa, amigo Prisco, debe ser inferior al marido:
no de otra forma resultan iguales el hombre y la mujer.
Es una paradoja: para que la mujer sea igual al marido es preciso que ‘se haga inferior’. ¿No implica esto que Marcial cree en la superioridad ingénita de la mujer? Es preciso que ésta se ‘rebaje’ para estar a la altura del hombre, inferior de suyo. La paridad del hombre y la mujer sólo se consigue cuando la mujer, que es, por naturaleza, superior al varón, se hace inferior a éste. A fin de cuentas, quizás sea verdad el eslogan publicitario en lo que respecta a la superioridad presunta de la mujer y a la consiguiente inferioridad, también presunta, del varón: Ninguna de las mujeres que hay en mi vida será menos que yo. Igual o más, sí; pero menos, imposible. Y viceversa, el eslogan de las féminas: Ninguno de los hombres que hay en mi vida será más que yo. Igual o menos, sí; pero más, imposible. ≥
El tópico del ‘sexo débil’ resulta ser un mito. Ya lo puso de manifiesto, hace muchos años, el humorista Enrique Jardiel Poncela, con el título de uno de sus libros: El sexo débil ha hecho gimnasia.
Tal vez la mentira publicitaria haya dado en el clavo en esta ocasión. Y si la observación del poeta bilbilitano es correcta, la mujer, para igualarse con el hombre, deberá hacerse como él, inferior.