Lo sorprendente de esta navegación por los mares de Internet (el nuevo Mediterráneo de la nueva cultura) es que, a menudo, arribamos a lugares desconocidos, o sólo vagamente conocidos, e incluso fantásticos, como aquellos navegantes de las Verae historiae de Luciano de Samósata, que fueron a parar a la Isla de los Sueños y allí se encontraron con antiguos conocidos (lo que confirma que hay recuerdos ‘de sueño a sueño’) Gracias a esta navegación virtual nos convertimos, sin salir de casa, en nuevos Ulises, “aquel varón de muchos recursos que vio las ciudades y las costumbres de muchos hombres” (Odis. 1.3)
Lo que en esta reciente singladura por Internet he descubierto se refiere al asunto, ya más que trillado en este blog, del Arco de la Victoria o Arco de Moncloa. Según la tesis de este opinante, con la que coincido en gran medida, la erección del Arco de la Victoria vendría a representar nada menos que la ruptura del régimen con la Falange, marcando el principio de la desconfianza entre el uno y la otra. Pero no quiero demorar más el facilitarles la dirección del blog y, en concreto del artículo al que me refiero. El autor ha preferido identificarse sólo por las iniciales JDJ. Su trabajo aludido lo pueden localizar aquí .
El caso es que la hipótesis de este comunicante tiene bastantes visos de verosimilitud, si se considera que ya por esas fechas en que se inició la construcción del Arco se estaba fraguando una crisis de confianza entre el régimen y algunos de los hombres más representativos de la Falange: ya habían tenido lugar importantes defecciones por parte de muy calificados miembros de Falange (Hedilla, Ridruejo) lo que inducía a pensar que estos hombres, fuertemente vinculados por relaciones de afecto con viejos amigos de militancia falangista, arrastrarían adhesiones entre ellos. La quiebra de la confianza que la Falange presentaba al régimen no tardaría en hacerse notar y uno de sus primeros hitos fue la Ley de Principios del Movimiento:
En 1956, cabe imaginar que Franco y los suyos estaban preparando ya la Ley de Principios del Movimiento que aprobarían en mayo de 1958, ley que suponía la muerte estatal de los famosos puntos programáticos de Falange que había redactado el hasta entonces sacrosanto José Antonio. El discurso pronunciado por Franco ante las Cortes cuando conocieron* de esta ley es el primer discurso oficial del Caudillo de cierta importancia en el que ni una sola vez, ni una, citó al fundador de Falange. (Véase blog citado)
Por los años de la construcción del Arco, la Falange comenzaba a ser un incordio para el régimen. La pérdida de la confianza mutua era un hecho. Poco después de finales de los 50 comienza a desmontarse el tinglado falangista hasta entonces incorporado al aparato del Estado (asistencia a cursillos del Frente de Juventudes, expedición de títulos de Instructores para obtener el título de Maestro de Enseñanza Primaria, etc.) La Falange ya no era para el régimen más que una adherencia molesta.
Se comprende así la indiferencia del Caudillo por aquel Arco del Triunfo cuyos textos en Latín (¡a saber Dios lo que dirían entre líneas aquellos apóstatas del Movimiento!) habían sido redactados por los amigos de Ridruejo.
Probablemente el Caudillo negó la aprobación de que su nombre apareciera en alguno de los textos de la inscripción. Era un manifiesto desdén por aquel presunto homenaje que no le inspiraba la menor confianza. Tampoco había querido el Caudillo que una efigie suya (una estatua ecuestre, obra de José Capuz) se ubicase junto al Arco.
Y, como ya sabemos, la inauguración del monumento se aplazó sine die. Hasta la fecha. Nunca llegó a inaugurarse.El Caudillo dio con ello prueba de su desdén por el monumento y sus promotores, las autoridades universitarias afectas a la Falange, entre ellas Laín, que por aquellas fechas era relegado de su cargo de Rector.
Coincido con JDJ en que el monumento debe mantenerse en el mismo sitio que está. Disiento de él en que debería cambiarse la inscripción. No es necesario. El texto latino marca sutilmente la diferencia del triunfo que se supone celebrar en él (el triunfo material de las armas) y del otro triunfo, más valioso e imperecedero, como es el triunfo de la Inteligencia.
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* Parece faltar aquí una parte del texto, como si la cita estuviera incompleta. Sugerimos que las palabras que siguen a 'conocieron' podrían ser 'el borrador'...