sábado, marzo 28, 2009

El Arco de la Victoria, monumento del franquismo


Eadem sed aliter: lo mismo, pero dicho de otro modo. Ayer estuvo colgado en la red, durante unas horas, este artículo que luego retiré con el propósito de modificarlo. En él reitero mi convencimiento de que el llamado Arco de la Victoria, o Arco de la Moncloa, con ser un monumento del franquismo, no es, sin embargo, un monumento al franquismo. Es un monumento a la Inteligencia. El primer desagravio a la misma, desde el famoso ultraje “¡Muera la inteligencia!”, proferido por Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca; lo que provocó la réplica, ponderada y valiente de Unamuno, que terminaba con el profético “¡Venceréis, pero no convenceréis!”

Las obras del Arco se llevaron a cabo entre 1952 y 1956, según proyecto del arquitecto López Otero. El texto de las inscripciones latinas fue redactado por Pedro Laín Entralgo, por entonces rector de la Universidad Complutense. Es precisamente del análisis del texto que contiene la dedicatoria de donde obtenemos la convicción de que la ciclópea construcción no es un monumento al franquismo sino a la Inteligencia.

En el texto se deslinda cuidadosamente, pulcramente, el triunfo de las armas (“armisvictricibus”) del triunfo de la inteligencia, que se traslada al futuro (“Mens…victura”) Se da a entender que el triunfo de aquéllas es circunstancial y pasajero (“hic…”), mientras que el de ésta será perpetuo, para siempre (“iugiter”)

Los intelectuales, representados por Laín, rendían pleitesía a las armas victoriosas, pero se desmarcaban de ese triunfo, dando a entender que éste no era su triunfo. ¿Barruntarían la sutil discrepancia los artífices de la victoria? Muy probablemente. El caso es que el monumento, que debería haberse inaugurado para conmemorar el 18 de julio, no se inauguró en la emblemática fecha. He aquí el testimonio del historiador Palacios Atard:

La inauguración del Arco de Triunfo estaba prevista, como ya se ha dicho, para los actos conmemorativos del 18 de julio de 1956. Pero pasó la fecha y el monumento no fue inaugurado. Desde entonces el Arco del Triunfo aguarda el momento en que esta inauguración tenga lugar. *


Pero volvamos al análisis del texto de la inscripción para interpretar el mensaje subyacente que late bajo él:


A las armas aquí vencedoras, la inteligencia,


que perpetuamente ha de vencer


d(edica), d(ona), d(a)


este monumento


Laín emplea una abreviatura habitual de las inscripciones clásicas monumentales: D.D.D. Su significado se da por sabido, pero nada nos impide que pensemos aquí en otro truco retórico llamado reticencia. Se calla lo que se da a entender, diciéndolo en clave, en este caso, mediante abreviatura: D(at), D(onat), D(edicat) La interpretación rutinaria se da por conocida. Pero se deja a la libre interpretación del lector que él mismo complete ad libitum esas tres iniciales. Nada impide que yo, latinista, haga mi particular lectura de la abreviatura en estos términos:
D(emocratiae) D(enique) D(onabit): (La Inteligencia), finalmente vencedora a perpetuidad, donará a la Democracia este monumento.

Sabemos que el gran latinista Antonio Tovar (falangista de los primeros tiempos, amigo de Laín y de Ridruejo) sugirió algunas modificaciones del texto de la inscripción. Lo que prueba, ante todo, que él no era el autor del texto, como habíamos sugerido alguna vez, antes de conocer al verdadero autor. Pero esas modificaciones propuestas por Tovar eran irrelevantes. Sugería éste que, en lugar de poner Inteligencia (Mens) en la inscripción se pusiera Minerva (que era, a la vez, la diosa de la Sabiduría y de la Guerra) Y, en el lado opuesto del Arco, sustituir la expresión “in conspectu Dei” por la de “sub oculis Dei” (o sea, en vez de “en la presencia de Dios”, escribir “a la vista de Dios”) Cuestiones nimias como se ve. Para mí que ambos latinistas y amigos se habían dado ya de ojo sobre el texto a convenir. Proponiendo tan insustanciales variantes daban a entender que ambos estaban de acuerdo con el fondo del texto, a pesar de esas ligeras discrepancias. En particular, a Tovar le gustó el empleo del adverbio “jugiter”, que había sido objeto de reparos por parte de algún purista, por ser un vocablo más bien propio del latín posclásico. * *
Lo que ocurría era que, ya por las fechas de la construcción del Arco, Laín estaba bajo el punto de mira receloso del Régimen. Ambos, Laín y Tovar, eran, como hemos dicho, amigos de Ridruejo, que ya por aquellos años había comenzado a pagar su disidencia del Régimen con la cárcel y el exilio interior.
Parece que el Régimen hubiera querido humillar de alguna manera a estos intelectuales y desairarlos con el aplazamiento indefinido de la inauguración del monumento.
De esta manera, el monumento, al parecer, más significativo del franquismo no se inauguró en tiempos de Franco. Tampoco se ha inaugurado durante la Transición. ¿Se podrá inaugurar, por fin, sin variar ni una coma en el texto primitivo, en los tiempos de la democracia?
Se puede inaugurar, en efecto, sin ningún tipo de reparo hacia su origen franquista. En vista de lo antedicho, podríamos colegir que se hace justicia al monumento, porque pronosticó el triunfo de la inteligencia, aliada por fin con la democracia. Sirve así, ahora como antes, de pórtico grandioso que da acceso a las sedes de la sabiduría, la Universidad, templo de Minerva en la capital de España.


(Incorporo, solicitando previamente el permiso de su propietario, esta foto en la que aparecen, de izquierda a derecha, Luis Felipe Vivanco, Luis Rosales, Rodrigo Uría, Dionisio Ridruejo, Pedro Laín Entralgo, Gonzalo Torrente Ballester y Antonio Tovar)

NOTAS:
* Véase V. Palacios Atard, La alimentación de Madrid en el siglo XVIII y otros estudios madrileños, (Real Academia de la Historia, Madrid, 1998) pág. 231

** Véase “Les emplois de jugis et de jugiter dans la latinité tardive”, por Claude MOUSSY, en Latin vulgaire et latin tardif, Actes du 4e Colloque International sur le Latin vulgaire et tardif, Caen, 2-5 sept. 1994, coord. par Louis Callebat, (1998) pp. 237-249. El ejemplo más antiguo datado es de Séneca (Cuest. Nat., 4a.2.20.4) para referirse a las "nieves perpetuas" (iugiter sunt nives)

jueves, marzo 26, 2009

ALEGORÍA DE LA TRANSICIÓN

La dictadura y la transición están prefiguradas en la Biblia, concretamente en el libro del Éxodo. Pues esas etapas han sido como el éxodo político del pueblo español hacia la tierra prometida de la democracia. Hubo que pasar un “mar rojo”, de sangre española derramada. Tras el paso de ese Mar Rojo vendría la travesía del desierto de la dictadura, que duró casi tanto como la israelita: cuarenta años. En el éxodo bíblico hubo un caudillo, Moisés; en el éxodo de nuestra alegoría el caudillo fue Franco, Caudillo por antonomasia y “por la gracia de Dios”, según los profetas de la dictadura. Este caudillo, al igual que Moisés, tampoco estaría destinado a entrar en la tierra prometida de la Democracia: el obstáculo era él mismo.
Con la muerte del Caudillo iniciamos una etapa menos árida de acercamiento a la tierra prometida. Esa etapa fue la Transición. A partir de ahí comenzamos ya a vislumbrar la democracia cercana, pero no acabábamos de llegar a ella. Muchos creyeron que la Transición era ya la tierra prometida, cuando sólo era la última etapa del viaje. Y la Transición se convirtió en acampada indefinida. O en dar vueltas en torno al mismo sitio, como Josué alrededor de Jericó, esperando que se derrumbaran los muros del inmovilismo franquista. Los expedicionarios de la peregrinación hacia la Democracia no nos poníamos de acuerdo. Unos decían: “Hay que tirar por la izquierda”. Y los otros: “No, es mejor por la derecha”. Algunos de estos decían “si viviera Moisés no hubiera pasado esto”. Pero los partidarios de virar hacia la izquierda exigían la condena retrospectiva de Moisés, por habernos hecho cruzar, con la Cruzada, el Mar Rojo. Empero los adictos del caudillo, que hablaban con Yahvé y comandaban el Arca de la Alianza entre la Iglesia y el Estado, se negaban a condenarlo: consideraban necesario y hasta purificador ese baño de sangre.
Continúa, pues, la Transición dando vueltas a la ciudadela de esta nueva Jericó, último reducto de la resistencia para conquistar la Democracia. El franquismo residual no acaba de franquearnos sus murallas.

sábado, marzo 14, 2009

La oposición por sistema

Lo que pasa en España con la oposición política merecería una más detenida reflexión, encaminada, sobre todo, a esclarecer lo que tiene de aberrante y perjudicial para la salud del país. Porque, en el nuestro, el enfrentamiento y la rivalidad entre las diversas opciones políticas ha alcanzado un grado de animosidad y de acritud que, por fuerza, impide el avance en lo social, fomenta el distanciamiento y estorba el logro de los objetivos comunes que debe proponerse la sociedad: principalmente el de la consecución del bien común. La alternancia política se da, más o menos, en todos los países desarrollados en la democracia: republicanos y demócratas, en USA; laboristas y conservadores en el Reino Unido, etc. En España, los partidos de izquierda y los descendientes de la antigua derecha, vencedores en la guerra civil, tras aquella etapa de matrimonio de conveniencia que fue la UCD, volvimos a la escisión de antaño, a la dualidad izquierda-derecha, hoy representada en los partidos mayoritarios que son el PSOE y el PP, respectivamente .

Una tendencia francamente reprobable que tiene lugar hoy día, principalmente atizada por la oposición, parece haber concentrado toda su razón de ser en combatir a la otra opción política, actualmente en el poder, con el objeto de derrocarla cuanto antes. Se está enrareciendo la situación por momentos, desde una beligerancia a todas luces patente en los medios de comunicación. El diagnóstico de este fenómeno se ha venido llamando, en estos últimos tiempos, crispación, y su incidencia en la vida política del país se está, día a día, haciendo más enconada. Medios hay que parecen haber cifrado toda su razón de ser en dedicarse por completo a socavar toda confianza en el gobierno actual por parte de los futuros votantes. Me pregunto qué sería, por ejemplo, de la COPE o de algún que otro programa televisivo como pudiera ser el llamado Intereconomía (los maulladores ‘gatos’, estimulándose constantemente) si se les acabara su tema favorito: erosionar al Gobierno. Viven de eso, esa es su actual razón de ser. (Dan la impresión de ser muchos, de estar en todas partes. En su constante bombardeo de SMS suelen preguntarse: “Hay gatos en…?” Y, a veces, la respuesta esperada: efectivamente, “hay gatos en tal o cual sitio”. (Vale. Con tal de que sean “cuatro gatos”, como dijo en memorable ocasión Felipe González) Esta proliferación de los 'gatos', tan en boga, me recuerda uno de los chistes contra el Régimen, cuando éste ejecutó a Julián Grimau, en 1963, imputándole el delito de rebelión militar, con efecto retroactivo. Hubo ya en aquellas fechas muchas protestas contra esa ejecución. Hasta Franco habría sentido remordimientos de conciencia, y, según el chiste, había ordenado exterminar todos los grillos y gatos de los alrededores de El Pardo, porque no lo dejaban dormir, recordándole constantemente su fechoría:

_ Gri-mau, Gri-mau, Gri-mau...
Desgraciadamente, creemos malo para España este cariz que está tomando la situación. A este paso volveremos a ‘meternos mano’ (en el sentido menos grato de esta expresión) cualquier día.
El desencanto político, el escepticismo, puede hacer presa en nosotros. Y entonces la democracia, tan laboriosamente recuperada (después de casi cuarenta años sin levantar cabeza) se va a encontrar en peligro. Tenemos que acabar (empresa verdaderamente difícil) con la corrupción de nuestros respectivos representantes políticos. Tanto de los ‘hunos’ como de los ‘hotros’. Y salga el sol por donde salga, que siempre saldrá por la derecha, si estamos mirando hacia el Norte, o por la izquierda, si estamos mirando hacia el Sur.

jueves, marzo 12, 2009

Pasó el Carnaval

Pasó el Carnaval con sus murgas y chirigotas, sus sátiras y chanzas, que aplican la risa como correctivo, de acuerdo con el viejo dicho ‘castigat ridendo mores’(‘castigar los vicios poniéndolos en ridículo’) Esa es, según suele admitirse, la finalidad de la sátira.

Una de las etimologías que se han dado de la palabra Carnaval supone que se ha formado de la fusión de otras dos palabras (Carne-vale) que vendría a significar algo así como ‘Adiós a la carne’. No estoy seguro. Sí que parece claro que la otra palabra que sirve para designar estas fiestas tiene un origen claramente latino: Carnestolendas (de ‘carnis’ y ‘tollere’, quitar o suprimir la carne) En ambos casos se hace referencia a la abstinencia de la carne en la dieta, penitencia propia del tiempo de Cuaresma. La abstinencia solía ir acompañada de otro sacrificio: el ayuno.

Parece que el precedente romano del Carnaval fueron las Saturnales, unas fiestas en las que la gente se divertía con el intercambio de ‘roles’, o papeles, sociales: los amos hacían de esclavos, y viceversa. Se trataba, en cierto modo, de invertir el orden habitual de las cosas, de poner ‘el mundo al revés’. Es como si la gente se cansara de representar el mismo papel y quisiera ensayar un modo de ser diferente. A este impulso obedecen también ciertas tendencias al ‘travestismo’, que se ponen de manifiesto especialmente en estas fiestas. Hombres que se visten de mujer, y mujeres 'caracterizadas' de varones. Por más que hoy día se ha generalizado el uso femenino del pantalón.

La visión carnavalesca de la vida es de signo barroco. Puede añadirse a las otras típicas cosmovisiones de este movimiento, como son la de la ‘vida como sueño’ y la del ‘mundo como teatro’. Larra veía la vida toda como un trasunto del Carnaval: “Todo el año es Carnaval”, es el título de uno de sus más famosos artículos. El romanticismo de Larra representa el desengaño barroco del siglo XIX.

La teoría de Larra ya estaba asimilada e incorporada al folklore cuando, hacia mediados del siglo XX, la pareja artística formada por Carmen Morell y Pepe Blanco (pareja también en la vida real) pusieron de moda el tema de los debates, discusiones o riñas artísticas, tema que ya se había explotado en el terreno, por ejemplo, de la zarzuela. Otra pareja artística, que imitaría el procedimiento, sería el dúo formado por Dolores Abril y Juanito Valderrama, también pareja en la vida real. Era poner al día la vieja literatura de los debates, los denuestos del agua y el vino, la lucha de Don Carnal y Doña Cuaresma.
El dúo Morell-Blanco popularizó, en los primeros años de la década de los cincuenta, uno de esos ‘altercados’ entre parejas, en los que se lanzan puyas mutuamente:

Quítate esa caretita pa mirarnos frente a frente,
que ha llegado el momentito de decirnos la verdad:
Tú con uno y yo con otra y a vivir tranquilamente
que la vida, aunque no quieras, siempre ha sido un Carnaval.

Era yo estudiante en el Seminario cuando esta canción se radiaba casi a diario por las emisoras. Y recuerdo que uno de los internos, Álvarez de Luna, que tenía unas formidables aptitudes como caricato, unas dotes histriónicas fuera de lo común, imitaba al célebre dúo radiofónico, remedando las voces del señor obispo, Don José Mª Alcaraz Alenda y del señor deán de la catedral, Don Daniel Gómez Ordóñez. El obispo hacía el papel de Pepe Blanco y, el deán, el de Carmen Morell. La parodia iba destinada a provocar la risa desternillante de Aparicio, otro compañero, sobre el que la comicidad de Luna tenía un efecto avasallador. Luna imitaba primero la voz opaca y semigangosa del obispo salmodiando:

¿Quién ha visto una pastora vestida de ricas pieles?

Y, seguidamente, la voz chillona y algo aflautada del deán, contestándole:

¿Quién ha visto un limpiabotas con corona de marqués?

Aparicio se escachaba de risa.

Luna (llegó a hacerse cura) tenía una vis comica extraordinaria, imitando los tranquillos de las más altas instancias de la Curia pacense. Era de una irreverencia superlativa, pero todo se le dispensaba, como si tuviera patente de corso. Sus imitaciones eran de una comicidad insuperable. Y es que el tío les hacía gracia incluso a los mismos superiores. Era uno de los pocos que disfrutaban del privilegio de un suplemento alimenticio llamado ‘principio’. En el Seminario sólo los mayores (generalmente de la comunidad de Teología) que ejercían el cargo de inspector tenían este privilegio. Pero había excepciones: también podían optar a ese suplemento alimenticio aquellos a quienes sus padres podían pagárselo. Luna era uno de ellos. Soto, mi condiscípulo, era otro. Este era un futbolista de excepción (algún equipo profesional parece que intentó ficharlo) Soto desplegaba una energía que raramente hubiera podido sostenerse con las escasas raciones del Seminario. Era un orgullo para el Seminario (y para sus celadores) poder presumir de un atleta semejante. De manera que la vergonzante discriminación que se permitía por la superioridad, en estos casos, se realizaba sin reparo alguno. ¡Escandalosa desigualdad! Pero los siervos de Dios la veían como la cosa más natural del mundo.

Y bien, ¡el Carnaval! Era a lo que íbamos.

viernes, marzo 06, 2009

Los dogos del Régimen

José Antonio Girón de Velasco, ex-ministro de Franco, murió en 1995. Fue uno de los duros del Régimen, de los más resueltos a perpetuar el resultado político de la Guerra Civil. Para él la situación política, resultante de la victoria de las armas, era inamovible a perpetuidad; tenía que perpetuarse mientras ellos, los vencedores, continuaran con vida: ese derecho lo reclamaban con carácter vitalicio y aun querían hacerlo hereditario, extensible a sus descendientes, a su cada vez más exigua familia política. Tales eran las intenciones de aquella camarilla que se llamó el bunker, decidida a impedir, por las buenas o por las malas, todo intento de apertura.
Memorable fue su intervención a raíz de la legalización del partido comunista con el gobierno de Suárez. El ex-ministro advirtió en aquella ocasión, con semblante torvo y ceñudo:
No vamos a renunciar a la victoria; una victoria que lo fue, precisamente, contra el comunismo como principal enemigo.
(Sus palabras obtuvieron un aplauso, no particularmente entusiasta, por parte de sus conmilitones)
Los hechos vinieron a demostrar que estos ‘señores’ se habían convertido en un serio obstáculo para el normal desenvolvimiento del sistema democrático, al que iban a tratar de boicotear por todos los medios a su alcance. Desde ese paso decisivo, que para la normalidad democrática supuso la legalización del partido comunista, comenzó a fraguarse la conspiración que pretendía retrotraer la situación política a la posición franquista. Los golpistas del 23-F, en una desatentada maniobra de ataque al pueblo español, representado en el Congreso de los diputados, irrumpieron allí, secuestrando por unas horas la voluntad popular. Un general badulaque cometía el disparate de sacar los tanques a la calle, para amilanar al pueblo soberano y al Soberano del pueblo, el mismísimo Rey Juan Carlos I. Se reproducía el viejo ‘tic’ de la Dictadura, que tomaba por rehén al pueblo español. Menos mal que el rey Juan Carlos tuvo claro de parte de quién tenía que ponerse.
Al optar por la democracia, el rey logró fundirse con la voluntad popular y sus legítimos representantes en el Congreso. En esa memorable coyuntura se demostró que no hay incompatibilidad entre República (=democracia) y Monarquía. La decisión del rey Juan Carlos I logró aunar voluntades y consiguió hacer realidad aquel sistema de gobierno que Cicerón llamaba ‘regali re publica’: la ‘república regia’ o, también, la ‘monarquía republicana’. Y en aquella oportunidad el monarca español se ganó a pulso un título que, oficialmente, todavía no se le ha reconocido: el de ‘Padre de la Patria’. Título que merece, según el orador romano, aquel rey 'qui consulit ut parens populo' ('que mira por su pueblo como un padre') (R.P. 2.47.5) Aquella coyuntura dio ocasión a que el rey mereciera con justicia el honroso título de Pater Patriae, con el que se honraron varios emperadores romanos.

domingo, marzo 01, 2009

La Iglesia y el cisma republicano

* La aparición de la Cruz al ejército de Constantino, con la leyenda EN TOUTWI NIKA ("Con este signo vence") Cuadro de Rafael.

Quiero hablar hoy de la religiosidad de aquellos republicanos que, pese a su condición de católicos, la religión oficial de la Iglesia, fueron tratados como oficialmente fuera de la misma por el estamento eclesiástico. Este era el caso de mis padres y, en general, de la mayoría republicana. Estaban casados ‘por la Iglesia’ y habían llevado a sus hijos a recibir el bautismo (o a ‘cristianar’, como solía decirse también) Sin embargo, fueron asociados, por los del golpe militar, con los ateos y los matadores de curas y frailes. Y la santa madre Iglesia, desde luego, los metió en el mismo saco que a los incendiarios de los templos. La Iglesia (en general) abandonó a estos cristianos a su suerte: a las fieras del levantamiento militar. La causa de los sublevados se asoció bien pronto a la causa de Dios, debido, en gran parte, a la famosa Carta a los Obispos Católicos, redactada por el Cardenal Gomá, que tanto contribuyó al descrédito de la causa republicana. Enseguida comenzó a propalarse uno de los más falsos eslóganes de la propaganda del Régimen: el que ‘rezaba’ Por Dios y por España. Mentiroso y falsario hasta la náusea.

Mi madre, Virginia, y mi padre, Eloy, eran miembros de la Iglesia en 1936. Mi madre siguió siendo creyente siempre. Todavía la vi santiguarse y rezar cuando ya estaba en su cama esperando la última hora.

¿Y mi padre? No sé si sería católico practicante. Probablemente, no; aunque estaba bautizado y casado por la Iglesia.

Pero ejerció de modo práctico la solidaridad cristiana, en su vertiente socialista, cuando se trajo a casa un par de críos, (hermanos, niño y niña) hijos de un ‘compañero’ de Almendralejo, que estaba en paro (o en huelga, no estoy seguro) y los chiquillos estuvieron en nuestra casa una temporada, mientras se resolvía la situación de su padre. Mi madre aceptó resignadamente la papeleta que le había endosado su marido y acogió a aquellos niños y cuidó de ellos lo mejor que supo. Recuerdo que imitaba muy a lo vivo las palabras del crío, siempre con un apetito insaciable, pidiendo pan para él y para su hermanita:

Mi Quina quiere pan… ¡Y yo también!

Mi padre fue, según esto, buen cristiano. Desde su credo socialista, por supuesto.

A la propaganda fascista le interesaba meter en el mismo saco, de oprobio y de descrédito, a todos los socialistas, republicanos, comunistas, etc. bajo el denominador común de rojos. Todos ellos quedaban marcados por esa tacha infamante, identificados con los ‘enemigos de Dios’, incendiarios de templos y exterminadores de curas y frailes.(‘Si los curas y los frailes supieran…’ , canturreaba la famosa letrilla jocosa de los republicanos clerófobos…)

La causa religiosa se adscribió así a la causa fascista, de manera interesada. La jerarquía eclesiástica tuvo mucho que ver con esta mixtificación. De modo que los eclesiásticos colaboraron con los rebeldes y pusieron un contrapunto falsamente piadoso a las ejecuciones, facilitando la confesión a los sentenciados a muerte (sin juicio previo o, como mucho, con un simulacro de juicio) ¡Qué buenos que eran aquellos curas, salvando almas en el supremo trance! También la Inquisición, en su día, facilitó a los reos ese trámite de abrirles las puertas del Cielo, cerrándoles las de la Tierra.
¿Y los verdugos? ¿Pecaban o no pecaban contra el 5º mandamiento? Pues no, porque asumían con resignación el penoso deber de matar ejerciendo la función del brazo ejecutor de la justicia divina. Así lo tenía asumido un conocido escopetero de mi querido pueblo, cuyo nombre (el del matón) callo, porque ya está en el otro mundo; aunque también lo callaría si estuviera en éste, para no suscitar odios contra él. No sé si este asesino fue persuadido por algún cura o dio en imaginar, por sí solo, que él mataba por imperativo divino. Tan convencido parecía estar que incluso quería también convencer a sus víctimas:

No te mato yo, te mata Dios.

Es curioso que este fanatismo consistente en ‘matar por imperativo divino’ es característico de las llamadas ‘guerras santas’ (y la Guerra Civil, por designios de la jerarquía eclesiástica española, fue una Cruzada, es decir, una guerra santa) He aquí un texto del Corán, puesto en lengua latina, que confirma la existencia de este fanatismo entre algunos adictos de la religión de Mahoma:

Et non tu enecavisti eos, sed Allah enecavit eos, nec tu detrudens detrusisti, sed Allah detrusit (8, 11-17)

(“Y no fuiste tú quien los mató, sino que los mató Alá; ni tampoco, al quitarlos del medio, fuiste tú quien los quitó, sino Alá"…)

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** Ver enlace con la entrada de este blog titulada "La Memoria Histórica según Alberto " (octubre 19, 2007)

La lealtad cartaginesa

La lectura del libro que reseñaba en mi anterior entrada me lleva a reafirmarme en otro comunicado que publiqué en este mismo blog (PUNICA FIDES) La facción de la derecha que asumió el mando en el Ayuntamiento de Aceuchal, a raíz del alzamiento militar del 18 de julio, procedió desde luego con dolo y perfidia, sin respetar los compromisos contraídos con los responsables del Comité antifascista, constituido por acuerdo de la corporación municipal anterior al golpe de Estado.¡Elemental, querido Watson, que hubiera dicho Sherlock Holmes! ¿Cómo iban a respetar los fascistas un acuerdo pactado con un comité que se había dado a sí mismo el nombre de ‘antifascista’? Es de cajón, ¿verdad? Y lo que asombra es que los ingenuos integrantes de aquel Comité, entre los que se encontraba Don Cándido, fueran todos tan cándidos que creyeran que, al respetar ellos las vidas de los rivales políticos, éstos iban a hacer lo propio con las suyas y, en consecuencia, les propusieran esa especie de “pacto entre caballeros”. ¿Caballeros?

A nivel personal hicieron lo mismo con mi padre (por cierto, me muero de ganas de saber los nombres de las personas que integraban ese bizarro Comité Antifascista*, que más bien debió titularse el Comité de los Cándidos, por la ingenuidad de sus componentes, todos ‘cándidos’ de alma, y uno de ellos, incluso de nombre) Si en ese comité no figuraba el nombre de Eloy García Guerrero, mereció figurar porque, sin duda, pertenecía al bando de los cándidos.

Mi padre, a diferencia del de Domingo Maqueda (†), no disponía de un horno adecuado en donde guarecerse. Se ocultó en un cortijo, o casa de campo, distante cinco o seis leguas del pueblo. Pero los que iban a convertir el “pacto entre caballeros” en papel mojado, sabedores de la candidez de la familia, abordaron a mi tío (Jerónimo) y lo convencieron con toda clase de marrullerías de que iban a respetar la vida del fugitivo. Y a lo mejor hasta le facilitaron el carro con el que fue a buscarlo en un caluroso día de primeros de septiembre, supongo que ya metidos en la novena de la Soledad.

Los romanos aconsejaban no fiarse nunca del enemigo. Era un consejo de escarmentado, que ellos habían experimentado en carne propia, no confiar jamás en lo que ellos llamaban, irónicamente, la “lealtad cartaginesa”.

Esa fue la lealtad que emplearon entonces con sus propios convecinos los que, respaldados por la rebelión militar, asumieron las riendas del mando.
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* He recibido de parte del joven investigador de Aceuchal, Manuel Carretero, la lista de los nombres que integraban el Comité Antifascista. No figura entre ellos el nombre de mi padre. Un cargo menos que tenían contra él los que lo mataron. Y una sinrazón más.